Marie Bashkirtseff, mezzosoprano.




François Wartel y Marie Bashkirtseff, dibujos de época. De fondo, la Ópera de París.


    Marie Bashkirtseff, que ha dejado pruebas tangibles de talento en las áreas de la pintura, de la escultura y de la literatura, también poseía otro don innato: una poderosa voz de mezzosoprano, que la doctora en artes Tatiana Zolozova comparó con el que tendría María Callas medio siglo más tarde con la que intentó hacer carrera en la ópera. Teniendo en cuenta el carácter narcisista de Marie, estamos convencidos de que con ninguna otra actividad ella se habría sentido más feliz.

    Hoy prestigia este blog la pluma del señor Jean-Paul Mesnage, presidente del Cercle des Amis (Círculo de Amigos) de Marie Bashkirtseff, que nos entrega una colorida postal del día en que nuestra heroína decidió comprobar la calidad de su registro vocal. 
   

    El Círculo de Amigos de Marie Bashkirtseff fue fundado el 25 de marzo de 1986. A él le debemos, más precisamente a una de sus socias fundadoras, madame Ginette Apostolescu, la transcripción del monumental manuscrito del Diario de Marie y su publicación a lo largo de dieciséis tomos (foto) que fueron apareciendo entre 1995 y 2005. En ellos se basa la versión en español que dio origen a este blog.

    Jean-Paul Mesnage es además responsable de la edición del Bulletin de Liaison (Boletín de enlace) del Cercle, en cuyo número de setiembre último apareció este artículo, que —con su permiso— hemos traducido para el público hispanohablante. Junto con Maï Perben ha efectuado además la selección de párrafos y los comentarios de otro volumen editado por el Cercle: Marie Basahkirtseff, Mon Journal, Morceaux choisis 1873-1884, Textos escogidos del Diario de Marie Bashkirtseff, aparecido en 2012.





Una audición con el profesor de canto Pierre-François Wartel

 

Redactor invitado: Jean-Paul Mesnage.



    Dotada de una excepcional voz lírica, Marie Bashkirtseff consulta al célebre profesor de canto Wartel. Éste le promete una bella carrera como cantante, luego de haberla escuchado en el aire de Mignon que ella adora: «¿Conoces el país donde el naranjo está en flor?»

«Aspiro a algo asombroso, fabuloso, quiero revelarme al mundo. Quiero ser célebre. Cantaré.» (Sábado 4 de diciembre de 1875)

     Fue el viernes 14 de julio de 1876 cuando Marie Bashkirtseff conoció a Pierre-François Wartel (*), tenor famoso —creador en particular del personaje de Francesco en el Benvenutto Cellini de Berlioz— y que, retirado de la escena, se dedicaba a la formación de artistas de primer orden, entre otros, la contralto Zélia Trebelli-Bettini y la soprano sueca Christine Nilsson [ambas en las fotos], gran rival esta última de Adelina Patti por la pureza y la ductilidad de su voz.

François Wartel como Francesco en Benvenuto Cellini de Hector Berlioz y como Nearco en Los Mártires de Gaetano Donizetti. Ilustraciones de época. (Wikimedia Commons)

    Los sueños de gloria atestan los pensamientos de Marie cuando se apresta a encontrarse con el maestro. La víspera, a la una de la mañana en el Grand Hotel, escribe en su Diario:


«¡Dios mío! ¡Cuántas ideas me trastornan todavía! París, sí, París, el centro del espíritu, de la gloria, de todo. París, la luz, la vanidad... ¡el vértigo! ¡Dios mío, dame la vida que yo quiero, ten piedad de mí, perdóname! Dios mío, ...¡o hazme morir!»

    Su registro vocal que cubría «tres octavas menos dos notas» se le presenta como el mejor medio para acceder a esa celebridad que la obsesiona desde la infancia:

«Una de mis más grandes ambiciones es la de cantar maravillosamente. Durante todo este invierno no podía emitir un sonido, estaba desesperada, creía que había pedido la voz y me callaba y enrojecía cuando me hablaban. Ahora regresa, ¡mi voz, mi tesoro, mi fortuna! La recibo con lágrimas en los ojos, mi corazón retoza y me prosterno ante Dios! No decía nada pero estaba cruelmente apenada por su ausencia este invierno, es por eso que no deseaba tocar el tema. ¡Pero le he rogado a Dios y me escuchó! ¡Qué felicidad, qué placer cantar bien! Una se siente todopoderosa, una tiene los ojos de un águila, una se cree reina, es feliz. No es el orgullo que otorga el oro o que entregan los títulos [nobiliarios], una es más que una mujer, se siente inmortal, se despega de la tierra, ¡trepa al cielo! Y toda esa gente pendiente de nuestros labios, que escucha nuestro canto como a una voz divina, que está electrizada, entusiasmada, ¡encantada! Una los domina a todos!» (Viernes 25 de junio de 1875)

    A principios de 1876, en Roma, comenzó a estudiar canto con varios maestros, Facciotti, Fosti, Cresci.

«¡Mi voz, mi tesoro! Mi sueño es instalarme gloriasamente en el escenario. Por mí es algo tan bello como convertirme en princesa. Sobre la escena una domina y tengo necesidad de dominar. No vuelvo en mí de la alegría.» (Jueves 20 de enero de 1876)

    Sin embargo, algunos meses más tarde, constata con preocupación la imprevisbilidad de su medios vocales.

«Siempre lo mismo, la misma voz enorme que pierdo diez veces al año y que reencuentro siempre más bella, gracias a Dios.» (Sábado 17 de junio de 1876)

    De todos modos, decide comprometerse con una carrera. Y, con el objeto de obtener una apreciación objetiva acerca de la cualidad de su voz, Marie decide hacerse pasar ante Wartel como una pobre italiana que busca hacer carrera en las tablas. Gracias a la insistencia de su amiga, la condesa de Mouzay, el maestro se digna a acordarle una entrevista.

N.d.E: François Wartel era tío de Magdeleine y Marie Delsarte, de quien ya hemos escrito un post. Aquí publicamos el árbol genealógico de esta talentosa familia de artistas en la que aparecen además François Delsarte, famoso profesor de canto y declamación y el compositor Georges Bizet. 


   La tarde misma de este día memorable que le confirma sus sueños de gloria, Marie relata minuciosamente todo lo que ella acaba de vivir:

«Desde la mañana le dediqué el mayor de los cuidados a mi persona. No tosí ni una vez de más. Me moría de calor y de sed pero no bebí nada. Sólo a la una tomé una taza de café y comí un huevo tan salado que era más sal con huevo que huevo con sal. Tengo la idea de que la sal hace bien a la garganta. [...] Me puse un vestido de batista gris, una pañoleta negra con encajes y un sombrero marrón. ¡Pero una vez vestida me encontré tan bien que querría estar siempre así! Al fin salimos, pasamos a buscar a madame de Mouzay y llegamos a la puerta del N° 37 de la calle de la Chaussé-d’Antin para ver a monsieur Wartel, el primer profesor de París. [...] Nos hicieron entrar a un salocito contiguo a aquel donde estaba el maestro impartiendo una lección. [...] Durante una hora escuchamos el canto de la mujer inglesa, una voz miserable, ¡pero qué método! Nunca escuché cantar de esa manera y recordé con indignación a Facciotti, Fosti, Cresci.
Las paredes del salón en donde nos encontrábamos estaban cubiertas por retratos de los más grandes artistas conocidos con las dedicatorais más afectuosas.
Por fin sonaron las cuatro y la inglesa se fue, me sentí temblar y perdí las fuerzas. Wartel me hizo una señal que significaba entre. No la entendí.
—Adelante, señorita —dijo Wartel—, adelante.
Entré seguida por mis dos protectoras a quienes les rogué que regresaran al saloncito porque me sentiría intimidada y, en realidad, tenía miedo. Wartel es muy viejo pero el acompañante era bastante joven.
—Usted lee música?
—Sí, señor.
—¿Qué sabe usted cantar?
—Nada, señor, pero puedo hacer una escala o una vocalización.
—Hágale hacer una vocalización, monsieur... Cosa.
—¿Qué voz tiene usted?, ¿soprano?
—No, señor, contralto.
—Veremos.
Wartel, que no se levantaba de su sillón, me hizo señas para comenzar y yo ataqué una vocalización, primero temblorosa, envalentonada después y contenta al final porque no apartaba mis ojos del rostro largo, largo, largo del maestro. Tiene una cabeza larga de un metro, es sorprendente.
—Y bien —dijo—, es más bien un mezzo soprano lo que usted tiene, es una voz que crecerá.
—¿Y qué dice usted, señor?—, preguntan las damas, entrando.
—Digo que tiene voz pero, ustedes saben, hay que trabajar mucho, esta voz es muy joven y ella no hará otra cosa más que crecer, en fin, seguirá el desarrollo de la señorita, hay madera, hay un órgano, es necesario trabajar.
—Entonces, señor, ¿usted cree que vale la pena?
—Sí, sí, hay que trabajar.
—Canté muy mal —dije yo, al fin—, sentía miedo.
—¡Ah, señorita, hay que acostumbrarse, hay que sobreponerse al miedo! Será cosa muy mala sobre el escenario.
Pero yo estaba encantada de lo que este hombre decía, porque eso que dijo es enorme para una pobre chica de la que no recibirá ningún beneficio. Acostumbrada como estoy a las adulaciones, ese tono grave y judicial me pareció frío pero enseguida comprendí que él estaba contento. Decía: hay que trabajar, hay algo bueno. Ya es enorme. Si yo fuese una inepta, no lo diría. Durante todo este tiempo, el acompañante me miraba de arriba abajo, me examinaba minuciosamente el talle, los brazos, las manos, mis caderas, los pies, la cara. Yo bajaba los ojos y enrojecía, rogándole a las damas que nos fuésemos. Wartel estaba sentado y yo parada frente a su sillón.
—¿Usted ha tomado lecciones?
—Nunca, señor, diez lecciones solamente, es decir…
—Bien… en fin, hay que trabajar, ¿usted puede cantar una romanza?
—Sé una canción napolitana pero no tengo la música.
—¡El aire de Mignon!—, exclamó mi tía desde la otra habitación.
—Muy bien, cante el aria de Mignon.
Apenas empecé a cantar, el rostro de Wartel, que no expresaba más que atención, manifestó una ligera sorpresa, después el asombro y, al fin, se dejó llevar hasta balancear la cabeza al compás, sonreír agradablemente y cantar él mismo.
—¿Eh?—, dijo el acompañante.
—Sí, sí—, dijo el maestro con la cabeza. Yo cantaba muy agitada.
—Sosténgase en su lugar, no se mueva, respire.
[...]
—Siéntese, señorita—, me dijo el acompañante con un tono protector, examinándome de la cabeza a los pies con aire de conocedor. Me senté sobre el borde del canapé.
—En fin, señorita —dijo el severo Wartel—, usted tiene una voz muy amplia, puede llegar.
Había terminado, mis protectoras entraron.
—¿Cuánto tiempo es necesario para formar esa voz?—, preguntó madame de Mouzay.
—Usted sabe, madame, que eso depende del alumno, hay quienes se adelantan en el tiempo, hay quienes son inteligentes…
—Ella tiene más de lo necesario.
—¡Ah!, tanto mejor. En ese caso es más fácil
—Pero, en definitiva, señor, ¿cuánto tiempo?
—No puedo decirles con precisión pero para formarla bien necesitará tres grandes años, tres grandes años de trabajo, sí, tres grandes años.
Yo me callaba mientras meditaba mi venganza contra el acompañante y su aire de: nos conoceremos de todas las maneras, ésta está bien hecha y es gentil, será divertido. Después de algunas frases, nos pusimos de pie, Wartel permaneció sentado y me tendió la mano con bondad. Yo me mordía los labios.
—Escuchen —dije en la puerta—, regresemos y digámosle la verdad.
Mi tía tendió su tarjeta y su dirección. Regresamos y, riendo de todo corazón, le conté al severo maestro mi farsa. ¡La cara que puso el acompañante! Ya estaba vengada.
—Si usted hubiese hablado un poco más —dice Wartel—, la hubiese reconocido como a una rusa.
—Lo sé, señor, por eso no hablé.
Mi tía y Mouzay le explicaron mi deseo de conocer la verdad de sus ilustres labios.
—Es como les dije, señoras, la voz está. Es necesario el talento.
—Lo tengo, señor, lo tengo. Usted lo verá, por cierto.»
(Viernes 14 de julio de 1876)

   Pero Marie no regresó jamás con Wartel. Debió enfrentar el silencio de su voz, prematuramente rota por los primeros síntomas de la tisis. Nunca se podrá resignar

«¡Dios mío, qué bella voz tenía yo! Tan dúctil y sin haber tomado lecciones… vocalizaba, hacía trinos… ¡y una extensión! Además era poderosa, dramática, atrapante… producía escalofríos. Y ahora nada, ni siquiera con qué hablar» (Domingo 3 de abril de 1881)

    Un año después de esta audición, Marie decide ingresar a la Academia Julian para consagrarse a la pintura. ⬜



© Jean-Paul Mesnage
Cercle des Amis de Marie Bashkirtseff
Cherburgo, Francia.
m.bashk@laposte.net



(*) Pierra François Wartel había nacido en Versalles, el 3 de abril de 1804. Falleció en París, el 3 de agosto de 1882.




Marie Bashkirtseff Dixit: «El canto en la mujer es como la elocuencia para el hombre. Un poderío sin límites.» (Viernes 23 de julio de 1880)




Del Índice de personajes citados en el Diario de Marie Bashkirtseff.

  Pierre François Wartel en el Glosario de la versión en español del Diario de Marie Bashkirtseff, de próxima aparición, actualmente en etapa de revisión general. La edición constará de dos volúmenes con un total de poco más de mil seiscientas páginas, de las cuales alrededor de cien estarán ocupadas por este índice de los miles de personajes citados —la mayoría mencionados sólo por el apellido— a los cuales en gran medida hemos podido identificar para este trabajo de traducción. La edición integral en francés del Cercle des Amis de Marie Bashkirtseff publicada entre 1995 y 2005 abarca dieciséis tomos. Esta versión en español es una selección de textos escogidos que representan un cuarenta por ciento del total, con una rigurosa continuidad narrativa, en la que se pretende rescatar a la verdadera Marie Bashkirtseff para el público hispanoparlante.



Si alguna de las imágenes aquí insertadas lesionan los derechos de sus eventuales propietarios, por favor háganoslo saber y procederemos a su retiro.

Te invito a visitar mi web site en homenaje a Marie Bashkirtseff, donde podrás encontrar una galería bastante completa de sus obras:

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