Aquella tarde con Hubertine Auclert




Marie Bashkirtseff, aristócrata y Hubertine Auclert, socialista. Juntas por el feminismo en la sociedad Le Droit des Femmes. Fotomontaje.

    Una biografía bien informada de Marie Bashkirtseff nos podrá decir que fue feminista y, en tal condición, miembro de la sociedad Le Droit des Femmes (El Derecho de las Mujeres) —creada por Hubertine Auclert— a cuyo periódico contribuyó con una buena cantidad de artículos. En cuanto a Hubertine Auclert, un resumen de su existencia no podrá eludir que fue fundadora en 1876 de aquella asociación sufragista y, en 1881, la creadora de su órgano de prensa, el periódico, La Citoyenne (La Ciudadana) que contó con la pluma de destacadas feministas de su tiempo, entre ellas, Marie Bashkirtseff.

La Citoyenne N° 65, 2 de octubre de 1882.



    Hubertine Auclert tenía diez años más que Marie Bashkirtseff. Había nacido como Marie Anne Hubertine Auclert el 10 de abril de 1848, en una familia de granjeros acomodados. Tuvo dos hermanos y dos hermanas, Eugène, Prosper, Delphine y Théophile, entre los que probalemente Hubertine haya sido una de las menores, si no la menor. Èn 1852 su padre, Jean Baptiste Auclert (1803-1861) era el alcalde republicano de Saint-Priest-en-Murat —localidad en el centro geográfico de Francia— cuando fue depuesto por el golpe de Estado que entronizó a Napoleón III. Creció entonces en un ambiente profundamente republicano y antibonapartista. Efectuó sus estudios primarios en una escuela religiosa. En 1861, cuando Hubertine tenía trece años falleció su padre. Tuvo entonces la aspiración de ser monja aunque no fue aceptada en el noviciado. En 1864 abandonó el monasterio pero a la muerte de su madre, Marie Chanudet (1815-1867), su tío la internó en otro convento. En 1869, a los veintiún años, espíritu demasiado independiente, fue rechazada nuevamente de la vida monacal, lo cual creó en ella un fuerte sentimiento anticlerical, según las notas biográficas que encontramos en Internet.


    Poco más tarde, un París nuevamente republicano la encontrará militando en las filas de la Asociación por los derechos de las mujeres, fundada en 1870 por Léon Richer (1824-1911). Léon Richer fue un periodista, francmasón, libre pensador y feminista francés y la asociación editaba un periódico llamado Le Droit des Femmes, El derecho de las mujeres. Hubertine, de la mano de Victor Hugo, también participará en el periódico cuando ya su nombre era L'Avenir des femmes El futuro de las mujeres, dirigido por Richer y por Maria Deraismes (ambos en las fotos). 
    Sin embargo, desencantada porque la asociación no abordaba el tema del sufragio femenino, se habrá de apartar para crear su propia agrupación, a la que llamará Le Droit des Femmes, El derecho de las mujeres, como la antigua publicación de Richer.

Hubertine Auclert (1848-1914). Primeros pasos de un largo camino para que las mujeres puedan votar.

    Cinco años habían transcurrido desde su fundación cuando Marie Bashkirtseff se entrevistó por primera vez con Hubertine Auclert. Había concurrido con su gran compañera de aventuras, Marie de Daillens, de quien ya hemos hablado en otro post y, al parecer, su intención pasaba fundamentalmente por la búsqueda de un sujeto para pintar. La figura controvertida de Hubertine podría dar qué hablar en el Salón de París del próximo año y compensaría el carácter todavía ignoto de nuestra artista.

     «A la salida del atelier pasé a buscar a de Daillens y nos fuimos al N° 12 de la calle Cail, para conocer a mademoiselle Hubertine Auclert. Es miércoles, día favorable, según Edmond. Llamamos en vano tres veces y luego bajamos. Cuando estábamos hablando con el portero una mujer joven llegó a la portería y yo la reconocí al instante. Un momento más tarde el portero nos llamó y mademoiselle Auclert nos invitó a subir. Derecho de las Mujeres, sede social. Las palabras escritas sobre la puerta me habían dado, antes de la llegada de mademoiselle, un acceso de entusiasmo como el de otros tiempos y estuve a punto de saltarle al cuello a de Daillens. Muy pobre, simple y desnuda, la oficina. Encendió el fuego y se sentó frente a la chimenea, de Daillens a su derecha y yo, a la izquierda. Fue mi compañera de compañeras la que comenzó… Luego, yo dije que no me podía impedir experimentar una gran emoción, en presencia de la mujer que ha tomado en sus manos, y tan valientemente, la defensa de nuestros derechos. De Daillens es francesa, viuda de un inglés, monsieur Norscott. Yo, de origen extranjero aunque educada en Francia, me llamo Pauline Daria Orell. Para mí, mi objetivo secreto es hacer el retrato de Hubertine para el Salón. Adopté el seudónimo de Daria por la pintura, muy lindo, muy simple. Es un nombre de bautismo ruso. En síntesis, estará bien para la pintura. Castaña, la tez un poco sonrosada, tal vez, pero hacía frío y, además, hay días y días… Pequeñas manos un poco rojas, pequeños pies. Una vestimenta y un lenguaje muy convenientes. Es simpática y gentil, el acento no demasiado distinguido. Nos dio un programa, un pequeño folleto, nos estrechamos las manos. Nos asociaremos, regresaremos, pagaremos nuestra cuota de veinticinco centavos por mes, iremos a las conferencias, ¡por supuesto! El miércoles que viene, a las tres. Estoy contenta. No, no todavía porque algo puede salir mal. Ya veremos.» (Miércoles 1° de diciembre de 1880)

Hubertine Auclert en su escritorio.

    Y al día siguiente continuará con el tema:

«Pienso en Hubertine Auclert, para quien soy Pauline Orell. La ciudadana Pauline Orell, eso me hace sentir muy bien. Tendré, naturalmente, una especie de doble existencia de esta manera. Cuento incluso con adoptar una peluca negra y oscurecerme mucho las cejas, incluso con unos quevedos. Veremos. Tal vez le confiese todo, aunque rogándole que no verifique mi identidad. Porque si mi familia descubriese el asunto, no podría ayudarla pecuniariamente, cosa que cuento con hacer de una manera sensible, hasta el punto incluso de imponerles tener un periódico. Pero habrá bastante que batallar, no obstante. Piensen, si no, en las otras quince mujeres del atelier. Ni una de ellas dejará de reírse o de persignarse ante la idea de la emancipación femenina, las unas por ignorancia, las otras porque no es un asunto respetable. Estuve a punto de decidir que hay que mandar al diablo a esas viles criaturas que no quieren ser tratadas como seres razonables. Me dirán que la mujer tiene la belleza, etc., etc. O bien: ¿y quién criará a los niños si la mujer se dedica a la política? Pero, ¿es que todos los hombres pasan su vida haciendo política? Nadie fuerza a la mujer a ir a perorar a los cafés. Pero queremos que sea libre, que se dedique a su carrera que mejor le convenga. «Dejemos a la mujer en su lugar», dicen ellas. ¿Y cuál es su lugar?, les pregunto. ¿Qué es lo que eso significa? ¿El feudalismo, las castas? ¿Los guerreros, los campesinos, los comerciantes? ¡Rabio de desaliento cuando me encuentro frente a criaturas tan ineptas!... Pero hay que predicar y persuadir  y no rabiar. Hasta el momento solo hay mujeres sin futuro, o casi, o republicanas de las clases bajas. Las madres tienen miedo de sus maridos, las chicas tienen miedo de no llegar a casarse.» (Jueves 2 de diciembre de 1880)


    Algo en la modesta oficina de la calle Cail, evidentemente, tocó alguna fibra íntima en Marie Bashkirtseff aquella tarde. Tal vez haya coincidido allí su intrínseca rebelión contra la misoginia del medio y de la época en que vivía con la perspectiva de poder cristalizar allí uno de los tantos quehaceres para los que se sentía dotada y que aún no había abordado.

    Marie Bashkirtseff, en efecto, fue un personaje de facultades múltiples. Se destacó en el ámbito de la pintura e incursionó en el escultura, eso de por hecho. Pero antes de ello había comprobado que poseía naturalmente un registro de mezzosoprano que le permitiría intentar una carrera en la ópera, lo vimos en otra entrada. Con la privilegiada educación que recibían los niños de la aristocracia, también podía tocar el piano con pericia de concertista.

«...me basta escuchar una obra maestra [...] y, dedicándole apenas una hora por día, llego a ejecutarla absolutamente bien, tan bien como cualquiera, como Dusautoy, que es primer premio del Conservatorio y que practica.» (Viernes 27 de abril de 1883)

    Sin embargo tenía un talento natural para la escritura, era ése su verdadero don innato, su Diario da prueba de ello, y el periodismo fue una de las actividades con las que se hubiese sentido a gusto. Así nos lo habrá de confiar un par de años más tarde.

«Esto es natural en mí tanto como para Breslau lo es dibujar y pintar. [...] Desde hace poco comprendo la pintura y eso después de algunos estudios y esfuerzos reales, mientras que a la literatura la he comprendido al instante, desde que he leído he discernido lo bello… y lo malo, y todo eso con cualquier cosa que cae ante mis ojos, los folletines incluso, cuando los recorro veo inmediatamente el esfuerzo, el oficio, el talento que lo atraviesa, los hilos, ¿comprenden ustedes?, yo atrapo la trama del oficio de escribir igual que Breslau debe hacerlo con la pintura. [...] Un oficio adorable y que me permita estar tan sorda como se quiera y casi ciega y estropeada y todo. [...] y el periodismo… Ustedes no conocen mi sueño de un periódico ideal…» (Martes 5 de diciembre de 1882)

    Probablemente haya visto allí la posibilidad, no ya de escribir artículos sobre temas que le interesaban, sino la perspectiva participar en el proyecto, en el nacimiento y en la conducción de una publicación periodística, tal vez codo a codo con Hubertine, que ya tenía experiencia en el tema. Por supuesto, su intervención habría de ser anónima —Pauline Orell no era sólo el pseudónimo con el que habría de firmar sus artículos— debido a que una aristócrata de aquellos tiempos no podía frecuentar un medio como ése, de tintes socialistas y revolucionarios.
     Marie Bashkirtseff continuó en la Asociación durante todo 1881.  Luego vinieron los tiempos en que la tisis se le hacía cada vez más manifiesta y la obsesión por alcanzar la inmortalidad artística le exigía una ingente concentración en la pintura. Por otra parte, Marie de Daillens, su compañera de compañeras, la Norscott de esta aventura, ya no estaba a su lado, lo vimos en otro post. Pensamos además que la sordera, que ya hacía estragos en ella, tampoco contribuía a esa vida de asambleas políticas.

«Ayer, segunda sesión del Derecho de las Mujeres. No pude entender todo lo que se decía y creo que parecía una idiota. Fue horrible.» (Jueves 16 de diciembre de 1880)

    Marie Bashkirtseff hacía suyas las banderas del feminismo y durante aquellos tiempos su compromiso fue completo. Así lo recordará dos décadas más tarde su amigo Bojidar Karageorgevitch: «Se consagró, durante un tiempo, en cuerpo y alma al feminismo, asistía a las reuniones de la sala Petrelle y me reprendía como al último de los párvulos porque yo no me preocupaba lo suficiente por esos temas [...] "¡Eres un cretino, no tienes derecho a no interesarte en algo que va a cambiar el mundo!"» Dos días después de aquel primer encuentro participará de una asamblea y describirá con sorna el grupo heterogéneo que la componía, no sin rescatar la equilibrada personalidad de Hubertine.

«Esta tarde las ciudadanas Alexandrine Norscott y Pauline Orell asistieron a los trabajos semanales de la sociedad El Derecho de las Mujeres. Todo transcurrió en el pequeño salón de Hubertine. Una lámpara sobre el escritorio a la izquierda, a la derecha la chimenea coronada por un busto de la república y en medio, dándole la espalda a la ventana que estaba frente a la puerta, una mesa cargada de informes, decorada con una vela, una campanilla y un presidente con un aspecto muy sucio y muy estúpido. A la izquierda del presidente, Hubertine, que bajaba los ojos cada vez que hablaba y se frotaba todo el tiempo las manos. A la derecha, una vieja seca, socialista y furiosa, exclama que hay que golpear y que ella golpeará primero. Una veintena de viejas tipas, especies de porteras fuera de su ámbito y algunos hombres, escorias, tal como uno se imagina a esos muchachos de pelo largo con peinados increíbles y a los que una no quiere ni ver en los cafés. Llevé una peluca muy negra, lo mismo que mis cejas. Los hombres graznaron sobre el socialismo, el colectivismo y las traiciones de los diputados más progresistas. La pelirroja del rincón le declaró la guerra a la religión, después de lo cual de Daillens-Norscott pronunció varios fragmentos de discursos que desentonaron muy bien. Por lo demás, Hubertine es muy sensata y comprende que no se trata ni de proletarios ni de millonarios sino de la mujer en general que reivindica sus derechos. Sí, es sobre ese terreno que habría que mantener a la gente pero, en lugar de ello, a todo se le buscaba matices políticos… Nos inscribimos, votamos, pagamos, etc… Ya está.» (Miércoles 8 de diciembre de 1880)

    La Citoyenne habrá de aparecer semanalmente durante los primeros meses para convertirse en mensuario desde 1882 y así durante los casi diez años siguientes. El 15 de noviembre de 1891, tras 187 números y carente de recursos financieros, la gaceta de Hubertine dejará de editarse.

La Citoyenne N° 1, domingo 13 de febrero de 1881.

     Desde sus páginas Marie Bashkirtseff protestó amargamente por la prohibición del acceso de las estudiantes mujeres a la escuela oficial de Bellas Artes, a causa de la pacatería victoriana de que las chicas no debían estudiar con modelos desnudos. «No asombraré a nadie diciendo que las mujeres son excluidas de la Escuela de Bellas Artes, tal como lo son de casi todas partes [...] Nos preguntan con una indulgente ironía cuántas grandes artistas hubo. ¡Ah, señores!, las hubo y es sorprendente, vistas las grandes dificultades con que ellas se han topado [...] es preciso estudiar el desnudo, sin lo cual no hay estudios posibles [...] excluyéndolas de la Escuela de Bellas Artes, le traban el acceso además a los cursos de anatomía, de perspectiva, de estética, etc.»  

 

     Como cronista de arte, en el N° 14 de La Ciudadana, bajo el seudónimo de Pauline Orell, Marie Bashkirtseff escribe un largo artículo sobre El Salón de 1881.  Allí  le dedica un párrafo a su propia obra, de la que habláramos en los post 1, 2 y 3 de este blog: «El atelier de mujeres dirigido por monsieur Julian por mademoiselle Andrey. La artista nos muestra todas esas jóvenes muchachas en el trabajo. Hay algunas que son lindas. Es bastante agradable, vívido y bien compuesto, aunque ¡qué de durezas, qué de cosas flojas! El modelo que posa sobre la mesa no está para nada bien hecho. Dicen que es una joven debutante, por lo tanto casi la podríamos excusar». Éste es, probablemente, el cuadro que se interpuso en el camino entre Marie Bashkirtseff y el retrato de Hubertine Auclert.  El ofrecimiento del maestro Julian se produjo justamente en aquel diciembre en que Marie conoció a Hubertine. Aunque también, y por otra parte, la opinión del exitoso editor periodístico Emile de Girardin (foto), resultó lapidaria:

«Girardin no me habló en voz demasiado baja, aunque yo me embarullé bastante. Me aconsejó que no pintase a Hubertine: —Es fea—, y eso que fue él quien escribió su folleto. Pero dice que la opinión pública no está preparada todavía, que no está lista.» (Jueves 16 de diciembre de 1880)


Marie Bashkirtseff, El atelier de mujeres. Museo de bellas artes de de Dnipropetrovsk, Ucrania.

    En agosto de 1881, dos miembros son expulsados y fue Pauline Orell quien se encargó de elaborar el proceso verbal. Este hecho viene a demostrar que a lo largo de esos escasos meses en los que Marie asistió regularmente se había generado en ella un cierto grado de compromiso con esa asociación a la que había llegado tan sólo en la búsqueda de un modelo famoso para un retrato.
 
    Marie Bashkirtseff dejará además algunos indicios acerca de sus otras colaboraciones al periódico que, al parecer, excedían el campo de la escritura.

«Y además, necesito quinientos francos para La Citoyenne porque quiero ser accionista.» (Domingo 6 de marzo de 1881)

    La circunstancia de que en tiempos de Marie Bashkirtseff La Citoyenne fuese un semanario para luego circular mensualmente vendría a convalidar el supuesto de que ella podría haber financiado su aparición y tal vez colaborado monetariamente con la edición de los primeros números.

   Tal vez habría que reconsiderar, entonces, la real participación que ha tenido Marie Bashkirtseff en esta trama. Cinco años habían transcurrido desde su fundación, es difícil explicarse por qué Hubertine Auclert no había lanzado un órgano de prensa hasta ese momento, un instrumento de tan vital importancia para sus actividades. La respuesta podría ser obvia, falta de recursos, muy probablemente. ¿O acaso habrá sido coincidencia que Marie Bashkirtseff llegase en el preciso momento en que se estaba gestando el periódico? Repasemos este párrafo que escribió dos meses antes de la aparición de La Citoyenne:

«...si mi familia descubriese el asunto, no podría ayudarla pecuniariamente, cosa que cuento con hacer de una manera sensible, hasta el punto incluso de imponerles tener un periódico.» (Jueves 2 de diciembre de 1880)

    Marie Bashkirtseff, que había mantenido su primera reunión con Hubertine Auclert el día anterior, manifiesta allí su intención de instarla a fundar un medio de prensa. 

    ¿Habrá sido Marie y no Hubertine la creadora de La Citoyenne? ⬜


© José H. Mito



Nota: En la Wikipedia en español hay una biografía bastante detallada de Hubertine Auclert.






Del Índice de personajes citados en el Diario de Marie Bashkirtseff.

  Hubertine Auclert en el Glosario de la versión en español del Diario de Marie Bashkirtseff, de próxima aparición, actualmente en etapa de revisión general. La edición constará de dos volúmenes con un total de poco más de mil seiscientas páginas, de las cuales alrededor de cien estarán ocupadas por este índice de los miles de personajes citados —la mayoría mencionados sólo por el apellido— a los cuales en gran medida hemos podido identificar para este trabajo de traducción. La edición integral en francés del Cercle des Amis de Marie Bashkirtseff publicada entre 1995 y 2005 abarca dieciséis tomos. Esta versión en español es una selección de textos escogidos que representan un cuarenta por ciento del total, con una rigurosa continuidad narrativa, en la que se pretende rescatar a la verdadera Marie Bashkirtseff para el público hispanoparlante. 






Marie Bashkirtseff Dixit: «Nada me subleva tanto como la situación de la mujer [...] protesto por ser mujer. Porque de mujer… sólo tengo la piel.» (Lunes 30 de setiembre de 1878)





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Comentarios

  1. I found it very interesting because at that time women were worth very little, they only considered them as their wives and not as someone important to society.
    It is very good to know this because there we realize how they treated women and expressed themselves in front of society.

    In this time we must value what we have because now we are better known and we do not need a man to be known.

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