Historias de amor y de sexo con Guy de Maupassant.




Guy de Maupassant y Marie Bashkirtseff. Montaje de fotos de época, coloreadas.

    Transcurrían los primeros meses de 1884. Guy de Maupassant tenía treinta y tres años y ya brillaba como escritor consagrado. Marie Bashkirtseff, que leía en libros y periódicos los relatos que aquél publicaba, era muy consciente de su bien ganado prestigio. Ella, en cambio, con sus veinticinco cumplidos, apenas comenzaba a gozar de los primeros éxitos y galardones en el mundo del arte. Pero se le agotaba la vida y lo sabía. Podía ver su cuerpo descarnarse cada día un poco más y era así como terminaban muriendo los tísicos, piel y huesos. Diez años ya llevaba a cuestas la irreductible enfermedad y en ese tiempo, ególatra desde la cuna, se había propuesto sobrevivir en esta tierra a través de la gloria artística. Condiciones no le faltaban. Pudo haber hecho carrera en la ópera, ya lo hemos visto, pero se vio obligada a escoger los trebejos de la pintura. El reloj, sin embargo, corrió más rápido que sus afanes. Le faltaban unos años que ya nunca habría de tener.

Marie Bashkirtseff en 1884.

    Aunque, tarde para lágrimas, tal vez todavía no era tiempo de claudicar. ¡Acaso de su pluma lograría lo que de los pinceles no había podido! Marie Bashkirtseff fue una muy rara perla: tocaba el piano con la solvencia de un concertista, fue dueña de un diapasón de casi tres octavas con el que podría haber brillado en la ópera, poseía un talento especial para las artes plásticas. También tañía el arpa y la guitarra, fue políglota y, en poco tiempo, esculpió una obra que luego fue adquirida por el Estado francés. Pero la más innata de sus habilidades era la escritura. Ella misma lo comprendió y en alguna oportunidad nos aclaró que si para las demás actividades le eran necesarios años de estudios, escribir era un don natural. Su Diario, entonces, ése que venía trajinando desde la temprana adolescencia, que era su orgullo y en el que todo, todo lo contaba, podía todavía brindarle esa celebridad que con la pintura se le escapaba de las manos.

Marie Bashkirtseff, Dolor de Nausicaa. Bronce. Museo d'Orsay, París.
«Lean esto, buena gente, y aprendan. Este diario es el más útil y el más instructivo de todos lo relatos que se han escrito, se escriben y se escribirán. Es toda una vida hasta en los más mínimos detalles, una mujer en su totalidad, con todos sus pensamientos, sus esperanzas, decepciones, vilezas, encantos, miserias, quebrantos y alegrías. Podrán seguirme desde la infancia hasta la muerte. Porque la vida de una persona, una vida completa sin ningún disfraz, sin ninguna mentira es siempre algo grandioso e interesante.» (Jueves 15 de julio de 1875)
    Pero había un problema, era demasiado extenso, ya lo había comprendido casi tres años antes.
«¡Acabo de calcular lo que serían estos textos impresos! Más de tres mil páginas, es decir ¡¡¡siete tomos!!!» (Martes 13 de setiembre de 1881)
    Y otro problema, más grave aún: había caído en cuenta de que ya no tenía tiempo para releerlo todo y extraer, de aquel centenar de cuadernos, una selección de textos para su publicación. Alguien debería hacerlo por ella. Habrá pensado, sin dudas, en sus allegados. Bojidar demasiado joven, tal vez el más indicado hubiese sido Saint-Amand, que ya tenía publicados una buena cantidad de títulos y que asumiría con entusiasmo la responsabilidad. ¿Se habrá sentido Marie inhibida porque en más de un pasaje de su Diario deja mal parado a aquel barón que la idolatraba? Quién sabe. Lo cierto es que, con ese objetivo, decidió poner sus miras en un hombre de letras y escogió a Maupassant. ¿Por qué? Nunca lo sabremos, aunque más tarde se lamentará de que no haya sido Zola. ¿Acaso porque Maupassant era joven? Tal vez. El caso es que intentó un acercamiento con el fin de, primero, granjearse su amistad.
«Una mañana me desperté con el deseo de hacerle apreciar a un conocedor las lindas cosas que sé decir, busqué y elegí a ese. ¡Un naturalista!» (Domingo 13 de abril de 1884) «Una carta de Maupassant. [...] Si fuese Zola me parecería bien pero a él no lo admiro lo suficiente, tiene talento pero no lo bastante como para que yo pueda adorarlo.» (Miércoles 14 de mayo de 1884) 
    Intercambiaron trece cartas a lo largo de cuatro meses, desde marzo hasta junio de 1884, pero las cosas no resultaron como ella lo esperaba. Nunca llegó a hacerle explícita su intención. En mayo de 1884, en plena correspondencia, ella ya redactaba el Prefacio de su Diario. 

     Luego de esta experiencia, y tiempo después de la última esquela que jamás le envió, se dirigió a Edmond de Goncourt (foto) ofreciéndole abiertamente el manuscrito pero aquel escritor que, junto a su hermano Jules, habían dado a luz otro Diario monumental, ni siquiera le respondió. Muerta Marie Bashkirtseff, lamentablemente, su Diario terminó cayendo en manos de la tijera de la madre y, paradojas de la vida, fue un éxito editorial en Francia y en gran parte del mundo, y le concedió a Marie la celebridad que tanto anhelaba.

   La correspondencia Bashkirtseff-Maupassant en realidad no va más allá de una serie de escarceos floridos en el que la pintora intenta que el escritor se abra a ella mientras que aquél le reclama un encuentro. Marie intuye, o tal vez —antes o durante— alguien le ha comentado el carácter lascivo del escritor y se cierra en la negativa. Maupassant, que nunca supo de las secretas intenciones de aquella desconocida que le enviaba cartas mientras se moría, deja de escribirle al cabo de la sexta epístola.
    El conjunto en sí no deja, sin embargo, de ser interesante. Enseguida nos percatamos de que somos testigos de un virtuoso contrapunto de dos seres que han nacido para la literatura y que allí están haciendo lo que más le gusta o que mejor saben hacer.
    Faltos de espacio aquí, las catorce cartas del epistolario completo aparecerán publicadas a modo de apéndice en la edición en español del Diario de Marie Bashkirtseff, de próxima aparición.

    Pleno de ironías, con alguna cuota de humor, a veces de emoción, y de un fogueado manejo de recursos literarios por ambas partes, si no de poético, el epistolario que nos ocupa tiene un inevitable dejo de teatralidad. Hace de esto algunos años, era representado en cafés literarios de París en forma de teatro leído. Las funciones estaban a cargo de una compañía de teatro francesa, Allegria se llamaba, y al rol de Marie por lo general le ponía la voz nuestra amiga, la actriz francesa Elsa Saladin (foto), admiradora ella también de Marie Bashkirtseff. Quien desee conocer cómo sonaban aquellas presentaciones, puede clickear aquí y escuchar la primera carta de Marie Bashkirtseff a Guy de Maupassant, en francés, por supuesto.





    Intercambio epistolar entre un escritor célebre y una pintora-escritora famosa, ¿cómo evitar preguntarse, a lo largo de más de un siglo, si entre ambos no ha sucedido algo más? Nada parece indicar, sin embargo, que Marie Bashkirtseff y Guy de Maupassant hayan estado frente a frente alguna vez. En su Diario, Marie menciona como al pasar la correspondencia con el escritor de moda —a quien se habrá de referir como l'inconnu, el desconocido— pero, finalizada ésta, ya no vuelve a tocar el tema. 

«A Sevres. Estoy tan ocupada con mi cuadro y con mi correspondencia con el desconocido que ya no tengo tiempo de quejarme. Julian me escribió que el cuadro está sobre la moldura.» (Sábado 12 de abril de 1884)

    Maupassant, años más tarde, lo habrá de confirmar en una carta a otra corresponsal rusa y para ello nos remitiremos al libro La ecuación Maupassant, de mi amigo de otros tiempos y tocayo a quien desde aquí saludo, José Manuel Ramos, autor además de un magnífico y completísimo sitio web en español sobre el escritor francés.  Reproduce José M. Ramos un párrafo de una carta de Maupassant a una señorita Bogdanoff: «He respondido a la Señorita Barskishef [sic] en efecto, pero no he querido verla nunca; marché para África respondiéndole que ya estaba harto de esa correspondencia. Ella murió después sin que la hubiese conocido. Su madre tiene todavía una docena de cartas dirigidas a mí que no me ha enviado. No he querido nunca saber de ellas, a pesar de las solicitudes con las que me han perseguido.» (Guy de Maupassant. Carta a la Srta. Bogdanoff. Fecha del matasellos del 10 de noviembre de 1891.) El capítulo completo que escribió Ramos sobre la relación entre Maupassant y Bashkirtseff puede leerse aquí




    En 1936, sin embargo, vio la luz en Austria el film Marja Baszkircew (Marie Bashkirtseff). A través de su trama los realizadores no sólo nos catequizan acerca de que la pintora y el escritor se han encontrado sino que entre ambos ha habido un amorío. La historia comienza con un primer encuentro, que habrá de conducir a otros y al desarrollo de un aciago romance que concluirá con la muerte de la pintora. Dos fueron las versiones del largometraje que había sido filmado un año antes, una en alemán y otra en italiano. Esta última llevó el título de Il diario di una donna amata (El diario de una mujer amada). No dejemos de destacar que la acción verbal empleada fue amata y no innamorata (enamorada), con la sugestiva carga implicada en tal elección. En Estados Unidos se proyectó dos años más tarde y llevó por título Affaires de Maupassant. Lamentamos no haber tenido jamás la posibilidad de verlo. Sabemos que la familia de Marie Bashkirtseff sintió lesionada su memoria y reclamó que el film sea quitado de la cartelera francesa, querella que no prosperó. Bueno, y al fin de cuentas, ¿qué de malo podía haber en una historia en que la pobre Marie le desgarraba, con su muerte, el corazón a un perdidamente enamorado escritor célebre?

Poster del film austríaco sobre Marie Bashkirtseff, amada por Guy de Maupassant, tal vez una Love Story de los años treinta.

    Publicado en 1887, el Diario de Marie Bashkirtseff fue un éxito editorial en toda Europa y gran parte del mundo. En la década de 1930 continuaba siendo leído y la estrella de Marie no se había apagado aún. La historia de un romance con Maupassant prometía un éxito de taquilla y —nos imaginamos— no ha sido sino ése el origen de esta fábula. No hemos encontrado indicio que pueda sostener su argumento. El film, por lo demás, no parece haber sido una simple aventura low-cost. Pasemos revista, si no, a quienes han intervenido en su factura:

    La actriz Lili Darvas (1902-1974, primera en la foto) fue Marie Bashkirtseff en la versión en alemán del film. Darvas hizo carrera en cine y televisión en Europa y en los Estados Unidos. En tanto que el papel de Maupassant estuvo a cargo de Hans Jaray (1906-1990, en el centro), actor, dramaturgo y escritor. Ambos nacieron e iniciaron su trayectoria en el mundo del espectáculo con obras de Shakespeare en el entonces imperio Austro-Húngaro, luego trabajaron en Estados Unidos. Lili Darvas terminó su carrera con bastante exito allí —nominada a un Tony, premio especial en Cannes 1971— en tanto que Jaray lo hizo en su Austria natal. En cuanto a la versión en italiano, el rol de Marie Bashkirtseff fue interpretado por la actriz peninsular Isa Miranda (1909-1982, tercera de la foto). Miranda desarrolló una brillante carrera en Europa, luego en Hollywood —fue lanzada como la Marlene Dietrich italiana— y posteriormente otra vez en Italia. En su filmografía se cuenta casi un centenar de títulos. Para la distribución del film a nivel internacional, fue elegida la versión italiana con la dupla Miranda-Jaray. 

Isa Miranda y Hans Jaray como Marie Bashkirtseff y Guy de Maupassant en el film.

    El director fue Henry Koster (nacido Hermann Kosterlitz, 1905-1988), que ese mismo año comenzara una destacada carrera como guionista y director en los Estados Unidos. En 1936, precisamente, un film suyo rescató de la bancarrota a la Universal. Dirigió más de cuarenta películas y, entre otros hitos, descubrió al dúo cómico Abbot y Costello. 

    En los créditos del libreto, aparecen la propia Marie Bashkirtseff (libro), Felix Jackson y Fritz Rotter (guionistas). Jackson (1902-1992), libretista, hará carrera en Hollywood, dirigirá el departamento de televisión dramática de Young y Rubicam y producirá para la ABC el Pulitzer Prize Playhouse. Rotter (1900-1984) fue guionista y compositor. En 1938 emigró a los Estados Unidos donde escribió numerosos guiones. Al finalizar la guerra regresó a Europa y continuó su carrera hasta la década de 1960.

    En el staff de la versión en italiano encontraremos como libretista a Corrado Alvaro. Alvaro (1895-1956), que hizo sus primeras armas en el cine justamente en este film, en realidad sólo transcribió al italiano el guión de Felix Jackson. Más tarde habrá de ser un prolífico novelista, dramaturgo, periodista, poeta y guionista italiano. En 1951 recibirá el Premio Strega, el más prestigioso de Italia, por su novela autobiográfica Quasi una vita, Casi una vida.
     Todo estaba dado, entonces, para que el film fuese un gran film, salvo el tema escogido. Más tarde, Corrado Alvaro se justificaba argumentando que había resultado imposible presentar una visión creíble dado que Maupassant y Bashkirtseff sólo habían tenido una relación epistolar, y sentenciaba: "cuando los hombres del cine ponen su mano en un tema biográfico, parecen confiar demasiado en la ignorancia del público". Y vaya una verdad. Hollywood, por caso, no piensa que los films que se hacen ahora se verán también dentro de cincuenta años. O piensa, pero... business...


 Ahora bien, en 2004 apareció en Francia Le roman de Marie Bashkirtseff (La novela de Marie Bashkirtseff, Ed. Albin Michel) del escritor afincado en Niza Raoul Mille (foto). Como novelista, Mille (1941-2012), cuya principal ocupación era el periodismo, ha tenido cuatro premios en su haber. El primero y el último tal vez hayan sido los más importantes. En 1987 había logrado el Interallié, concedido a novelas escritas por periodistas, por su obra Amants du Paradis (Amantes del paraíso). 

La novela de Marie Bashkirtsesff, de Raoul Mille, Ed. Albin Michel, París, 2004, premiado por la Academia francesa.

    El postrer galardón lo recibió en 2005, precisamente por La novela de Marie Bashkirtseff y se la otorgó la Academia Francesa. Fue el premio Mottart de estímulo a la creación literaria. 

    Podemos decir que el libro es una historia novelada de la vida de nuestra artista o, más bien, una suerte de estricto resumen de su Diario. A través de sus páginas vemos transcurrir la vida de Marie Bashkirtseff desde su adolescencia en Niza hasta sus momentos finales en París. Su lectura discurre serenamente, como un trámite, y, sin sobresaltos, el lector transita parajes y cuitas que van delineando la historia de un personaje ahora prácticamente desconocido. Y ahí tenemos el gran mérito de este libro, Mille rescata del olvido a nuestra heroína en una obra premiada por la Academia.
    Sobre el final, sin embargo, el autor nos sorprende con un insospechado condimento. Este periodista autodidacta que, conforme a lo que leemos en su obituario escrito por un amigo en 2012, «mucho ha bebido, vivido y amado» también sostendrá que Marie Bashkirtseff y Guy de Maupassant se vieron frente a frente pero no nos dirá que sostuvieron un romance, argumento ya demasiado trillado. Mille, hombre de avanzada, se habrá de regodear describiéndonos un desenfrenado y —por lo descolgado— patético encuentro sexual. Bueno, después de todo, poner algo de sexo en las historias ahora está de moda, ¿y quién más interesante que Maupassant de las decenas de flirts, pretendientes, perseguidores y perseguidos, amados y enamorados, nobles cazafortunas y romances que tuvo Marie?
    Cuando, allá por la década de 1930, los familiares de Marie Bashkirtseff reclamaron por el film austríaco ante el Tribunal de París, éste rechazó la demanda arguyendo la legalidad de desarrollar, a partir de hechos verídicos, historias imaginarias, siempre que no dañaran seriamente la apariencia física o la respetabilidad de la persona. Y por supuesto que, ya en el siglo XXI, la actividad sexual no daña ninguna respetabilidad. Aunque nadie nos quita que nos preguntemos si en ese giro imaginativo del autor ha pesado, más que creatividad literaria, aquel mismo propósito que guió a los realizadores de la película austríaca de los años treinta.



    Pero regresemos a Maupassant y a la epístola que reprodujimos al principio de este artículo: «He respondido a la Señorita Barskishef [sic] en efecto, pero no he querido verla nunca; marché para África respondiéndole que ya estaba harto de esa correspondencia. Ella murió después sin que la hubiese conocido. Su madre tiene todavía una docena de cartas dirigidas a mí que no me ha enviado. No he querido nunca saber de ellas, a pesar de las solicitudes con las que me han perseguido.» Recojamos el guante, como caballeros que querríamos ser. Lo primero que inferimos —mal que nos pese, aunque parece que no es del asombro de sus biógrafos— es que el don de gentleman no pasaba por las aficiones del autor normando. 
    La estricta realidad es que en su última misiva, lejos de manifestar su hastío y de no desear verla, el escritor insiste en la posibilidad de un encuentro, cosa que Marie había rechazado desde el principio y, puesto que ésta le contesta todavía con remilgos, aquél no le responde más. A lo largo de cuatro meses, como ya hemos dicho, habían intercambiado trece cartas, siete fueron de Marie. El borrador de una octava, la única que no envió —eso de la docena fue una efusión que se permitió el gran cuentista—, inconclusa, se conservó y fue más tarde también publicada en el conjunto de la correspondencia. Transcribámosla para comprender mejor el tenor de estas piezas literarias que tanto llamaron la atención.

De Marie Bashkirtseff a Guy de Maupassant. Carta N° 14. Antes del 20 de junio de 1884. (Inconclusa, no enviada)

«Señor:
No querría ser pesada y siento que lo soy. Le escribo tonterías, humillada por haber sido abandonada al cabo de seis cartas. He leído mi última (como persona ordenada guardo mis copias) y busco en qué he podido disgustarlo. ¿Soy lo suficientemente humilde? Es que sus Hermanas Randoli me han hecho pasar un buen momento, algo así como con Ese cerdo de Morin
«¿Conoce la rama de Salzburgo? Pues bien, ¡yo cristalizo por usted! Me ocupo de usted y me enojo cuando usted escribe cosas mediocres y estoy contenta cuando sucede lo contrario, como si fuese yo misma.
« En fin… es como si lo hubiese adoptado y no le pido que me escriba, sé bien que esto es como una romanza, y entonces tal vez yo soy Eloísa pero usted no es Abelardo. Da igual, cuando le escribí usted pensó que aquí había una mujer atraída por… eso que usted ama más en el mundo y que quería… divertirse de una manera original.
« Usted no puede comprender cuánto me divierte describirle todo un mundo a un hombre que no conozco. Querría realmente interesarle mucho. ¿Lo aburro? ¡Eh!, nadie lo sabrá, usted me ha insultado, nadie lo supo. Esto es un pequeño rincón aparte en el mundo.
« ¿Sabe lo que he hecho? Avergonzada ante mi doncella que regresó varias veces del correo con las manos vacías, me escribí una carta a mí misma para poder enviarla a ver otra vez. No habrá dos, eso es todo… es algo pueril.»

    Entre paréntesis digamos que cuando Marie habla de la rama de Salzburgo se está refiriendo a un capítulo del libro Del amor, de Stendhal. Allí se expone que una rama deshojada, arrojada en las profundidades de las minas de sal de Salzburgo, al cabo de unos meses es retirada cubierta de brillantes cristales, como minúsculos diamantes. Marie ya había hablado en su Diario acerca de las cristalizaciones (del amor) de Stendhal.

    Continuemos con lo nuestro. Lo que sí es cierto es que tuvo contactos con la familia de Marie, luego de la muerte de ésta. Fue en Niza, en cuyo puerto solía anclar su yate Bel Ami, cuando ya madre y tía habían abandonado París para residir más cerca del casino de Montecarlo. Con ellas estaba la entrañable Dina que había sido la cenicienta de la historia de Marie Bashkirtseff, ya convertida en condesa viuda —y rica— de Toulouse-Lautrec. Da la impresión de que Maupassant no fue acosado por la madre de Marie sino que, por el contrario, probablemente haya resultado él un frecuentador de la casa de la condesa. 

    La profesora Simone Fayard (foto) ha realizado una muy completa e interesante investigación sobre la vida de Dina Babanine, a quien Marie Bashkirtseff consideraba una hermana, para una exposición en el Coloquio 2013 de la fundación rusa Renacimiento de la Memoria de Marie Bashkirtseff, realizado en Poltava, Ucrania. Rescatamos de ese trabajo que en el Libro de Amistad de Dina  hay una tarjeta de visita de Maupassant en la que se lee: «Señora, estaré ausente de Niza tres días. Pasaré a visitarla de regreso. Reciba, Señora, mis respetos» y una fecha: 20 de mayo de 1891, esto es seis meses antes de la carta a aquella señorita Bogdanoff. Fayard infiere de allí que fue probablemente a través de Dina que Maupassant ha podido conocer la identidad de la misteriosa corresponsal (el epistolario Maupassant-Bashkirtseff apareció publicado diez años más tarde). Dina, que se había casado con su tío abuelo, conde, millonario y casi octogenario —y rápidamente enviudado— era, por aquellas épocas y a sus treinta y seis años, una importante figura de la sociedad nizarda, más que un imán para el semental normando. ¿Habrán querido Dina o madame Bashkirtseff mostrarle en esos momentos aquella última carta de Marie?

    Aclaremos para quienes no lo sepan que en aquellas remotas épocas previas a Facebook, se estilaba llevar un álbum de recuerdos en el que se pegoteaban fotos, tarjetas y los amigos podían dibujar o escribir impresiones (¿no fue un invento de Zuckerberg, entonces?), tal, el Libro de Amistad de Dina.

Marie Bashkirtseff, Retrato de su prima Dina Babanine. Mención honorífica en el Salón de París de 1883.

    Pocos meses más tarde, tras un intento de suicidio, Maupassant perderá la razón y luego permanecerá internado, casi sin consciencia, durante un año y medio hasta su muerte, el 6 de julio de 1893.



    Vamos a dar por sentado que el Diario de Marie Bashkirtseff, convertido en best-seller, tiene que haberla favorecido para que su obra pictórica se consolidase en la historia del arte. Pero otorguémosle también la cuota de crédito que ella misma se había ganado por su talento y su pasión por el trabajo. Tengamos en cuenta que, un año después de su muerte, el Estado francés estaba adquiriendo su obra más renombrada, Un meeting, para el museo de Luxemburgo, esto es en 1885.


Marie Bashkirtseff, Un meeting. Museo d'Orsay, París.

    Y que otro año más tarde, en 1886, Holanda hacía lo propio con un retrato de su cuñada Alexandrine, para el Rijkmuseum de Amsterdam.

    Pero el Diario de Marie Bashkirtseff no vio la luz sino al año siguiente, en 1887. 


Marie Bashkirtseff, Alexandrine Patchenko. Rijkmuseum, Amsterdam.

    Por supuesto que la publicación del epistolario con Maupassant también tiene que haber hecho su aporte, pero esa correspondencia no fue revelada sino muchos años después, en 1901. Maupassant ya era inmortal y Marie brillaba con luz propia, todavía. ⬜


© José H. Mito




Del Índice de personajes citados en el Diario de Marie Bashkirtseff.


 Guy (pronúnciese gui) de Maupassant en el Glosario de la versión en español del Diario de Marie Bashkirtseff, de próxima aparición, actualmente en etapa de revisión general. La edición constará de dos volúmenes con un total de poco más de mil seiscientas páginas, de las cuales alrededor de cien estarán ocupadas por este índice de los miles de personajes citados —la mayoría mencionados sólo por el apellido— a los cuales en gran medida hemos podido identificar para este trabajo de traducción. La edición integral en francés del Cercle des Amis de Marie Bashkirtseff publicada entre 1995 y 2005 abarca dieciséis tomos. Esta versión en español es una selección de textos escogidos que representan un cuarenta por ciento del total, con una rigurosa continuidad narrativa, en la que se pretende rescatar a la verdadera Marie Bashkirtseff para el público hispanoparlante


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Marie Bashkirtseff Dixit: «Más vale trabajar en su propio talento que gastarse en admiraciones.» (Sábado 15 de marzo de 1884)





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